A no ser que tengas que desplegar papeles y más papeles, probablemente tu portátil y tú os encontréis muy a gusto en un despacho acogedor, con un escritorio no demasiado grande (que enseguida lanza la voz de alarma cuando está muy lleno, lo que puede ser fantástico), y con ese sentimiento de estar arropado. O quizá es por cuestión de espacio, aunque tengas muy pocos metros no es obligatorio renunciar a tu propio espacio personal.
Hace días que mi ordenador entró en estado de coma, y estoy esperando que lo reparen (miedo en el cuerpo); mientras tanto, escribo en un pequeñísimo ordenador, y tengo que decir que en el caso de la pantalla, el tamaño sí importa, porque me estoy dejando los ojos en ella. Pero el tablero, eso ya es otra cosa!
Un huequito entre ventanas... me encanta, por cierto, el contraste del estor de bambú sobre la pared oscura.
Una balda volada... tres ventajas: uno, tiene espacio de almacenaje, dos, como no tiene patas da sensación de ligereza y ocupa poco espacio visual y tres... te lo puedes hacer tú mismo.
Desde siempre me han fascinado los escritorios pegados a la trasera del sofá, una buena manera de estar en la conversación sin dejar de trabajar (esto sólo lo podemos hacer las mujeres, o no?)
Femenino, romántico y vintage... y no ocupa apenas espacio!
De este me cautiva el panel de inspiración y la mezcla de mobiliario tradicional y de clásicos del siglo XX.
Pulcro y ordenado, la silla de policarbonato viene genial para aligerar el espacio.
¿Qué tal un rincón de estudio en el dormitorio? Para eso viene fenomenal un tocador de espejo.
Toques escandinavos...
Despacho pequeño, pero llamativo. Y con todas las facturas en orden.
En un rincón de la cocina o salón, y aprovechando cualquier hueco.
Y tú, ¿dónde tienes tu espacio? ¿desde dónde lees Ministry of Deco?
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