Y ahora, un tutorial muy gráfico porque, de verdad, tapizar un cabecero es sencillísimo. Todavía no he intentado nada con tachuelas, ni con formas extrañas, pero estoy motivada a seguir experimentando con mi grapadora. Ni yoga, ni boxeo, ni nada, disparar unas cuantas grapas te deja como nueva. No exagero si os digo que no tardé más de cinco minutos por cabecero. Empecé con unos cabeceros antiguos (podéis verlo por el tono de las grapas interiores) son ni más ni menos que de mi hermana y míos. Mi madre, que si en su época hubiera tenido un blog sería la reina craft, nos pintó la habitación en un profundo azul klein, y los cabeceros tenían un estampado de unas pequeñas flores azules y blancas; posteriormente, una tela gris claro tipo graffiti, muy ochentera,... en fin, que un cabecero de tela puede tener infinitas vidas. Si partes de un tablero de conglomerado sin más, deberás pegarle una guata no demasiado gruesa.

Los pasos son sencillos: cortar la tela dejando un espacio por cada lado de unos diez centímetros, estirarla y colocar encima el cabecero, empezar a grapar por el centro, después ir grapando los laterales frunciendo poco a poco la tela para seguir la curva que hace el cabecero y, cuando llegamos a la unión con las patas, cortar el trozo sobrante pero dejando un margen de unos cinco centímetros, que doblaremos hacia dentro, y remataremos también con grapas.

Lo dije, facilito. Sinceramente, al principio no estaba nada convencida de utilizarlos, pero los encontré en el trastero y pensé que perdía poco con intentarlo. Ahora ellas están encantadas con su cabecero a rayas, con las camas juntas porque saltan de una a otra y por dormirse, muchas veces, cogidas de la mano.
imágenes: Ministry of Deco
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